Es cuando menos te lo esperas cuando suceden hechos que te alegran el día, la semana y el mes.
Es cuando menos te lo esperas cuando llega ese algo (o ese alguien) que saca tu mejor y más tonta sonrisa, y el simple hecho de recordarlo ya hace que esa sonrisa se mantenga implacable en tu rostro.
Porque quizás no signifique nada, pero para mí lo significa todo.
Y es probable que me hayan mirado de forma extraña cuando caminaba por la calle con mi sonrisa puesta, pero no me importa, porque nada ni nadie va a hacer que desaparezca. Y es raro ver a alguien feliz en los tiempos que corren, pero ¿por qué no sonreír por cualquier tontería e intentar contagiar nuestra felicidad al resto de personas que nos rodean?
¿Por qué no dar importancia a los pequeños detalles cuando pueden alegrar un poquito nuestra mañana, tarde o noche?
La vida puede llegar a ser sorprendente y maravillosa si apreciamos dichos pequeños detalles.
Hoy quiero gritar a los cuatro vientos que, al menos por un momento, me siento realmente bien. Y no va a faltar un poquito de ñoñería en esta entrada (como cabía esperar), porque he de decir que también me gustaría gritar a los cuatro vientos que lo quiero, que lo necesito, y que él hace de la vida un sitio un poquito mejor. Me gustaría que él sintiera algo parecido por mí y me gustaría poder decirle todo esto. Y es irónico, porque no soy capaz de articular apenas un par de palabras cuando estoy con él, y solo puedo sonreír ante su sonrisa, mientras mi mente grita todo lo que mi boca no sería capaz de pronunciar.