Hoy es uno de esos días en los que me detengo a contemplar el cielo plomizo y sus nubes lánguidas y taciturnas, que no pueden sostener el peso del agua en su interior y dejan que esta se precipite con laxitud, como si de lágrimas se tratase. Y es que quizás me identifique con esas nubes, deambulando sin poder aguantar el peso de mis propias lágrimas.
Hoy es uno de esos días en los que la soledad sombría me abraza en la lobreguez de la tristeza y me hiela las entrañas. Y es que quizás debería inquietarme, pero me siento demasiado abatida como para levantar cabeza y escabullirme de las aciagas garras de la melancolía.
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